SEGOVIANAS

¿Hubo en esa época segovianas sobresalientes o incluso ilustres? ¿Tuvieron influencia de alguna forma en Segovia mujeres no segovianas de cuna? ¿Guardamos recuerdo de sus actos? La respuesta es SÍ: Segovia, no podía ser una excepción, y sí tuvo el privilegio de ser la cuna o tener al menos el honor de acoger mujeres excepcionales, sobre todo entre la nobleza reinante, pero también en las villas, aun siendo de perfil bajo, tenemos una buena colección de mujeres de carne y hueso y también de ficción... que tuvieron en su momento algo que decir.

Aquí te presento a algunas de ellas:

URRACA DOMÍNGUEZ

Su nombre posiblemente no nos suena a nadie conocido y sin embargo fue miembro de una de las más privilegiadas familias segovianas de los albores del siglo XII, la que fundaron Fila y Domingo Muñoz de Segovia, un Justicia mayor, que ya residía en la villa segoviana en la época de la repoblación. 

¡Vaya! Un ejemplo claro de los ecos de sociedad de entonces... Urraca apareció en los tabloides medievales por ser hija del cuarto o quinto Domingo Muñoz de turno y entró de chiripa en la historia de Segovia simplemente por su parentesco; y como Urraca, un buen número de ellas.  

LA TEJEDORA DE SEGOVIA

Ese duro oficio quedó incluso plasmado en una de las más populares leyendas segovianas, que de nuevo el mismo Rey Sabio salvó del olvido, en loor de la Virgen, en una de sus Cantigas.

La narración, ingenua y previsible, nos habla de una muger segoviana, de nombre desconocido, que criaba gusanos para ganarse la vida haciendo sirgo, es decir tela de seda. Sucedió un día que los gusanos murieron y la muger, angustiada, le prometió a la Virgen una hermosa toca si estos volvían a la vida. Como era de esperar, el milagro se produjo en el acto, para satisfacción de la tejedora, pero ésta, sin embargo, fue postergando su promesa días y días hasta que finalmente dejó de pensar en ello. ¡Siempre encontraba algo mejor que hacer! A la Virgen, en cambio,no se le olvidó la ofrenda y decidió esperar pacientemente hasta el día de su fiesta mayor para manifestarse y recordárselo. Y así lo hizo, de modo que la tejedora, arrepentida y  abochornada, chorando de coraçon, corrió a su casa dispuesta a cumplir al momento con lo prometido. Sin embargo, ni siquiera tuvo ocasión de comenzar: cuando llegó, encontró a los gusanos, perfectamente organizados, que ya estaban trabajando por su cuenta en una maravillosa toca que pronto pasó a lucir Nuestra Señora de la Fuencisla, la patrona de la ciudad. 

MARÍA REMONDO

Herencias y testamentos eran parte ineludible de la vida medieval. ¿Qué pasaba si el matrimonio moría sin descendencia? Normalmente en la Edad Media, los bienes de quién fallecía sin hijos o hijas pasaban directamente al señor del lugar, pero esta práctica, llamada mañería, tan ventajosa para los ya muy ricos, no se aplicó totalmente en la comunidad de Sepúlveda, por lo que los parientes o la Iglesia... entraron en liza.

No es extraño, pues, encontrar legados como el de María Remondo y su esposo, donando al monasterio del Buen Valle, en Guadalajara, casas, solares, tierras, viñas, prados, pastos... vaya, un lote bastante completo de posesiones que tenían en la villa de Fuentidueña, eso sí, bajo la condición expresa de no haber tenido descendencia antes de pasar ambos a mejor vida. 

Bonaval no fue el único monasterio que pudo beneficiarse de una manda testamentaria; de hecho las herencias fueron una de las razones que contribuyeron a aumentar el poder terrenal de la Iglesia en este periodo, así que no nos cuesta mucho imaginar al buen Abad de Bonaval esperando el desarrollo de los acontecimientos.

DOÑA ANDERAÇO

Anderaço tenía por nacimiento, cartas de mano con las que jugar: como hija de un ricohombre de Castilla, Don Pedro Fernández de Castro, provenía de buenísima familia. Se casó con Gutierre Miguel, terrateniente y empresario, servidor del rey Alfonso VIII, curtido en mil guerras y que además oficiaba como portero mayor.

Don Gutierre, junto con su esposa, Doña Anderaço, que debía ser una gran negociante, hicieron construir con buen ojo una alberguería muy cerca del actual puerto de la Fuenfría, Fontis frigidi, como entonces era llamado, en una zona conocida entonces como la ribera de los molinos

La idea fue sin duda excelente: La zona era un paso estratégico, a medio camino entre Madrid y Segovia, por donde desfilaban, además de viajeros modestitos, nobles y comitivas reales. 

La alberguería, después venta, llegó a ser así uno de los cuarenta negocios que poblaron la sierra de Guadarrama, y posiblemente el primero de la provincia segoviana con patrocinio conocido, máxime si la patrona era una mujer. 

XIMENA BEZUDO

Fue curiosamente una dote la que dio comienzo a uno de los primeros linajes de ilustres segovianos, que, a causa de las continuas guerras, se hizo además un hueco en la Historia. Así se coló en ella un nombre de mujer, Ximena, que no fue en este caso la famosa esposa del Cid, aunque sí fue su coetánea, si las crónicas no nos mienten.

Ximena Bezudo pudo ser una de las hijas del entonces gobernador de la villa en los albores del siglo XII, de noble y buena familia. Ximena había tenido el honor de ser dama de la propia reina, Doña Urraca, la díscola hija de Alfonso VI, de la que hablaremos más adelante, y ese privilegio no era otorgado a cualquiera que no hubiera probado ser de buen linaje y sangre limpia.

Aún sin poder afirmar que esta historia no tenga mucho de legendario, queremos creer, si hacemos caso al historiador Colmenares, que Ximena fue dada en matrimonio a un ricohombre de origen burgalés, un tal Martín Muñoz, afincado entre Arévalo y Segovia, que además de proceder de familia noble, se había curtido en mil batallas acompañando al Cid en su destierro, según las crónicas. Esta unión dio lugar a una saga familiar ilustre en la Segovia medieval, la de los Muñoz, de la que un descendiente, D. Diego Muñoz, fue uno de los protagonistas de la conquista de Córdoba y otras ciudades andaluzas en el siglo siguiente, lo que le valió el título de Adalid.

ANDERAÇO Y SANCHA

Puedes comprobar como en cuestiones de libertad fiscal, al menos, la ley era tremendamente innovadora y pruebas tenemos de la independencia femenina en nuestra tierra. 

Uno de los primeros documentos notariales conservados, ratificado por el Concejo de Segovia, muy a principios del siglo XII, puede servir de ejemplo de la autonomía fiscal de la mujer en cuanto a sus parafernales. Se trata de una donación en femenino plural, la realizada por dos hermanas, a buen seguro adineradas, Sancha y Anderazo, de apellido desconocido. Por ella, dotaban al Monasterio de Valbanera, en tierras riojanas, de una notable parte de sus posesiones. 

En fin, que estas damas, posiblemente solteras o viudas, miembros de esas  familias adineradas de Segovia, representaron a la perfección a esas mujeres buenas y devotas, medievalmente hablando, de las que tanto nos hablaban los Fueros... 

URRACA DÍAZ DE HARO

Urraca Díaz de Haro fue Señora de Cuéllar, al haber enviudado de su esposo Fernando Ruíz de Castro, un adelantado del rey que se había conjurado contra de Alfonso X a favor de Sancho IV como sucesor a la corona.

Urraca murió sin descendencia, pues parece que perdió a su único hijo a temprana edad y por ello legó el Señorío al futuro rey, a falta de otros herederos directos. Esto, que podría parecer anecdótico no lo fue tanto. La vida da muchas vueltas y el hecho de ser Cuéllar señorío real pudo salvar la vida a la reina regente María de Molina, siendo ésta ya viuda de Sancho IV de Castilla. Y así fue. María se refugió junto con su hijo en Cuéllar, por esta peculiar vinculación a la casa real, durante el periodo de luchas por el trono que se sucedieron entre la nobleza a la muerte de su esposo y de las que luego hablaré pues merecen capítulo aparte. Gracias a ser una especie de zona franca, María pudo permanecer en Cuéllar a salvo de las conjuras nobiliarias que amenazaban con desposeer a su hijo de la corona. Fue allí, en Cuéllar, donde estableció su residencia, tanto de ella como de sus partidarios e incluso, como reina regente, llegó a convocar Cortes en 1297. 

URREJA

En su afán expansionista, la Iglesia segoviana compró territorios y no tuvo ningún problema en negociar con mugeres, si hacía falta. Una de ellas, implicada en este negocio nada espiritual, fue Urreja, que, junto con su esposo, fue protagonista de una singular transacción, al ser ésta la única ocasión en que el Obispado adquirió una villa por sus propios medios, negociándolo con particulares.

Urreja y su esposo, Blasco Miguel, eran señores de Luguillas, junto a Mojados, actualmente en la provincia de Valladolid y, aun desconociendo las razones de la Diócesis segoviana, posiblemente expansionistas, llegaron a un acuerdo con ella para vender su posesión. La venta, supone la primera referencia documental de esta extinta población que fue la última, por cierto, en incorporarse al imperio episcopal segoviano medieval.  Era 1209.

MARISALTOS

Las leyendas sobre judíos y judías no llegaron a ser ni tan notorias ni tan exóticas como las de las moras, pero en la capital segoviana tenemos la excepción que confirma la regla, una que batió todos los records posibles de popularidad ¿Hay alguien en Segovia que no conozca la leyenda de Marisaltos, conocida de otros como María del Salto?

La historia, reflejada con todo lujo de detalles en un mural del claustro de la propia catedral segoviana, no es sino una trama de celos entre mugeres de distinta religión, una judía y una cristiana, la primera falsamente acusada por la segunda de seducir a su esposo, saltándose así la famosa distancia interracial. Estamos en el siglo XIII y el castigo impuesto por la comunidad judía, avergonzada por el presunto comportamiento indecoroso de una de sus hijas, fue el despeñamiento, algo que en Segovia se realizaba desde las peñas Grajeras, un más que razonable farallón rocoso a las afueras de la ciudad que aseguraba una muerte segura. 

No es difícil reconocer el escenario en la actualidad pero, por si acaso, te recordaré que esas peñas no son sino el telón de fondo del santuario de la patrona de Segovia, la Virgen de la Fuencisla.  

INÉS DE SEGOVIA

La libertad en transacciones comerciales para la mujer fue una constante en esta época, incluso a veces con algún que otro problemilla legal, y con trampas de por medio. 

Así parece recogido en un documento del Archivo Histórico Nacional, en el que la protagonista no podía ser sino una mujer, una tal Inés de Segovia.

Doña Inés debió ser una dama adinerada, que decidió vender ciertas propiedades en el alfoz de Segovia. 

Pronto encontró un buen comprador, el poderoso Monasterio de Uclés, sede de la Orden militar de Santiago, y cerró así la venta por mil maravedíes. 

Sin embargo, las cosas no salieron a gusto de la dama, pues el Concejo de Segovia anuló la transacción, ya que no admitía la venta de ningún inmueble de su demarcación a órdenes religiosas.

Doña Inés debió darle un par de vueltas al tema y rápidamente encontró una fórmula para mantener su trato con el monasterio y solucionar este pequeño problema: Para ello se buscó un intermediario que no estuviera sujeto a tal norma y lo encontró en un tal Martín Andrés, al que le vendió dichas propiedades. 

Martín procedió, siguiendo instrucciones, a traspasarlas al monasterio, y suponemos que pagaría a Doña Inés de forma encubierta, o en términos actuales en dinero negro. 

Doña Inés consiguió así por esta triquiñuela que sus deseos de venta a una institución religiosa se vieran felizmente cumplidos. Una vez más se cumplió el dicho Dinero no falte, y trampa adelante.

RICARDA DE LOSANA

Del barrio de San Marcos, el historiador Colmenares sacó del anonimato a una hortelana ilustre, posiblemente empresaria y adinerada, propietaria de buenos terrenos fecundos junto al río, que pasó a mediados del siglo XIII a ser parte de la pequeña historia de la ciudad, no ya por su dedicación a la tierra, sino porque fue madre del primer obispo segoviano de nacimiento, Don Raimundo de Losana. 

Como no está de más una nota mágica de vez en cuando, en la historia de tan ilustre personaje se llegó a contar que, durante su embarazo, Ricarda soñó que pariría un gigante de tan largas piernas que con un pie tocaría Segovia y con el otro Sevilla, lo que pareció confirmarse en su madurez...al ser nombrado arzobispo en esa tierra andaluza.

MARÍA GALÍNDEZ

La vida medieval, siempre mediatizada por la muerte, era amiga de las donaciones por la salvación del alma inmortal.

Sin embargo era necesario tener cierto prestigio social, o un título o dos, para que la donación fuera ratificada por el propio monarca de turno. 

Ese fue el caso de una dama de Coca, María Galíndez, que hizo una donación de sus bienes a la Iglesia con la condición de que se hiciesen sufragios por su alma

Al ser ratificada por el Rey Alfonso VIII se entendía que la dama era importante. Ya lo decíamos antes ¡Tanto tienes, tanto vales!

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¿Quieres saber aún mucho más? Si te animas a leer sobre estas y otras tantas mujeres que iluminaron las tierras de Segovia, encontrarás muchos más datos en "MuGeres en la Segovia medieval" ¡Espero que te guste!

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