Aldeanas con nombre propio

El lenguaje administrativo ya se usaba con cierta fluidez a partir del siglo XII y esto nos ha permitido conocer de primera mano datos concretos no solo de procedimientos sino de nombres propios aldeanos y aldeanas de este periodo. Se trata normalmente de fríos acuerdos de compraventa de terrenos en los que se cuelan referencias a mujeres, casadas o viudas, que entendemos estaban en posesión de cierto patrimonio. Apenas lo justo para situarlas en una época o conocer su estado civil. 

No son más que nombres de mujer impresos en pergaminos amarillentos pero ¡Ahí están!    

¡Aquí tienes algunos nombres propios!

PROMETIA

Gracias a un molino conocimos a Prometia, una joven aldeana de Escobar de Polendos, que, por casualidades del destino, plasmó su nombre en un contrato de compraventa y pasó de alguna forma a la historia, aunque fuera con minúsculas. El contrato, de 1288, es particularmente sorprendente pues coloca a Prometia al mismo nivel fiscal que su padre y pone de manifiesto que, al menos por ley, una singular autonomía podía tener la mujer en la toma de decisiones en este aspecto, aún en los estratos sociales más inferiores.

"Sepan quantos esta carta vieren, commo yo don Marcos de Scobar de Polendos et yo Prometia, su fija, nos amos padre et fija en uno abenidos..."

El contenido del documento no tiene mayor interés: Prometia y su padre, Marcos, se pusieron de acuerdo en ceder al Cabildo segoviano parte de su turno de uso del molino, a cambio de cuarenta maravedís de moneda de la guerra

MARÍA FELICES

María Felices, quienquiera que fuese esta precursora pionera y repobladora, de la que sabemos el nombre y poco más dejó su huella en forma de población ya desaparecida.

La documentación sobre esta aldea sepulvedana en clave femenina, posiblemente de finales del siglo XII, es más que mínima, pero ¡ahí está! un nombre de mujer, el primero de una lista de hembras animosas que, solas o acompañadas, pudieron contribuir a la repoblación de las ahora tierras de Segovia. 

MARIFELES

En la comunidad de villa y tierra de Cuéllar, cerca de Narros y en zona de pinares, se asentaba Marifeles, Marieles o Muriel, tres denominaciones para un mismo lugar, una aldea mediana en femenino, posiblemente fundada a principios del siglo XII, que sobrevivió hasta el XVIII. 

MARI JAVE

Si recorres la zona de Sepúlveda y preguntas a sus habitantes qué les sugiere la palabra Marijave, seguro que entiendes a dónde quiero ir a parar, pues en estos pagos, famosos por su ganado ovino y el pastoreo, el fantasma de Mari Xave sigue, de alguna forma, vivo.

De esta campesina, que pudo designar a una aldea ya despoblada cercana al Villar de Sobrepeña, sabemos de su ascendencia árabe o mozárabe por su propio nombre, su antropónimo, algo así como, María, hija de Xave. La aldea no superó el siglo XVII, víctima de una de las grandes pestes que de vez en cuando asolaban y siguen asolando el territorio. Si conoces la zona, entenderás porqué asociamos su nombre con la ganadería ovina y es que  Marijave, situada en un abrupto cañón que forma el río San Juan cerca de su desembocadura, fue parte singular de ese mundo pastoril tan sepulvedano, poblado de rediles, covachos, solapos y tenadas que hacen de la zona un espectáculo etnográfico sorprendente.

El hecho de ser viuda y campesina en tierras de Sepúlveda, por ejemplo, podía suponer un doble reto: el de la soledad y el de la pobreza. ¿Por qué? Era simplemente una cuestión de ley. En Sepúlveda y en otros concejos no se permitía a la viuda del labrador casarse hasta pasado un año del fallecimiento del esposo, lo que podía significar para la mujer quedarse, además de sin mano de obra, en la más absoluta miseria. Hubo que esperar al siglo XIV, con Enrique III, el doliente, para que el sistema cambiara a su favor y se le permitiera contraer matrimonio antes.

¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar