La religiosidad femenina en la Plena Edad Media

¿Te has parado a pensar que la mayor parte de los monasterios fundados en la Edad Media eran de varones? 

Así fue y, como en el matrimonio, la muger también estuvo a la sombra del hombre en este caso, aunque... hubo algunas excepciones. De cualquier forma no sólo hubo opciones monacales. La Edad Media probó ser original en otras soluciones que encauzaban la espiritualidad femenina lejos del varón de turno. ¡Las mujeres crearon sus propias alternativas!


NAVEGA POR EL MENÚ SI DESEAS CONOCER LOS CENOBIOS FEMENINOS SEGOVIANOS CONVENCIONALES O, SI LO PREFIERES, CONSÚLTALOS A TRAVÉS DE ESTE MAPA.

Te propongo un paseo por los mundos espirituales "alternativos" y más convencionales en femenino, si me tienes paciencia y optas por seguir leyendo.

Aquí podrás averiguar cosas del monacato, es decir, de la vida conventual, pero también hallarás información sobre las asociaciones alternativas que surgiron para vivir la espiritualidad y.... de las mujeres que prefieiron vivirla en soledad, como las emparedadas.

Las asociaciones... alternativas

Fue quizás esta última opción, la de vivir la espiritualidad fuera de un convento al uso, sino la más popular la más rompedora, pues afectó a cualquier tipo de muger, fuera el que fuera su estrato social o su estado civil; de este modo, además de doncellas, muchas casadas y viudas pudieron empezar a participar en la vida religiosa, rompiendo antiguos moldes y formando parte de comunidades piadosas distintas y alternativas, con un claro espíritu de renovación.  

Fue de esta manera como surgieron o se afianzaron ciertas tendencias de retiro del mundanal ruido fuera de los muros monásticos, que eran mucho más exclusivos y minoritarios. Una de ellas, claro está, fue el eremitismo femenino, que en Segovia había tenido su máximo exponente mucho antes, en el siglo VII, con Santa Engracia, la hermana ermitaña de San Frutos, el del Duratón, y que leyendas, como la de Santa Penta, que recordé en capítulos anteriores, contribuyeron a engrandecer. Quizás te suenen más los beaterios o beguinajes, esas comunidades religiosas independientes que surgieron justo en este momento en toda Europa, o quizás sabes de la presencia femenina en ciertas órdenes militares, como la Orden de Santiago, que fue la primera que desde su inicio contó con mugeres colaboradoras. Sin embargo, no fueron éstas las únicas alternativas: en un mundo que ya de por sí vivía al límite, hubo también otras fórmulas, por decirlo así, peculiares y mucho más drásticas de encauzar la espiritualidad. 

El monacato

Como era más que previsible, la vida conventual para las féminas llegó más tarde que para los varones y no fue un hecho hasta el siglo XII, momento en que aparecieron documentados como tales los primeros monasterios femeninos. 

Al igual que en la sociedad laica, las religiosas también dependieron de los religiosos. Bueno, parece que incluso fueron ellas quienes lo reclamaron en un principio, y sus razones tenían: las comunidades femeninas que iban apareciendo intentaron unirse a una orden masculina por cuestiones tan sencillas como la legalidad y la seguridad, pero nunca fue fácil. Sólo una Orden, la Premonstratense, funcionó en muchos de sus monasterios, desde sus comienzos y por poco tiempo, de manera dúplice, es decir siguiendo la máxima de juntos pero no revueltos, al menos en teoría... Sus conventos contaban con un edificio para los hombres y otro para las mujeres, eso sí, bien separados y con una única autoridad que, indefectiblemente era la masculina.

No he encontrado en la actual provincia segoviana indicios de ningún monasterio dúplice, pero sí fueron surgiendo numerosos cenobios femeninos a lo largo de los siglos XII y XIII. Todos ellos escogieron buenos lugares para asentarse, en su mayoría en la ribera de alguno de los ríos o arroyos de la capital o de la provincia, y parte de ellos todavía siguen en pie cumpliendo la misma misión que les sustentó hace ya más de ocho siglos. 

Te voy a hablar someramente de siete de ellos: dos del Císter, tres Franciscanos de Santa Clara, uno Dominico y otro Benedictino. Pincha en el menú o en el mapa para conocerlos.


Las emparedadas

Esta escalofriante forma de retiro del mundo, el aislarse de por vida entre dos paredes, era conocida como el voto de tinieblas

Nos consta que hubo emparedadas en todo el territorio nacional, de todas las clases sociales y de todas las edades, si bien muchas de ellas viudas.  

Por supuesto las hubo en Segovia, y lo sabemos de buena tinta por documentación hallada en la propia catedral. Y esto, ¿Cómo es posible? Bueno, entre otras fuentes, era relativamente frecuente el que las emparedadas testasen, pues aunque no les sirvieran para nada en su reclusión, la ley les permitía mantener sus bienes privativos, si es que los poseían. Sus mandas testamentarias, hechas normalmente al comenzar su encerramiento, por no saber lo que aguantarían en tal situación, les hacían de algún modo públicas, al menos a nuestros ojos, habituados a documentos escritos.

Pero, créeme, también podía ocurrir justo al revés, es decir que fueran ellas las receptoras de alguna pequeña donación, algo que aseguraba al menos su manutención durante un tiempo. 

Como la inmensa mayoría eran emparedadas anónimas, la recepción de lo donado se hacía en los distintos lugares de reclusión y no iba dirigida a ninguna reclusa concreta. Así fue el caso, suponemos, de un tal Pedro García Calonge, que en 1241 hacía en su testamento pequeños legados a todos los monasterios y conventos de la capital segoviana e incluía en el lote a las emparedadas de la villa.

Ni por un momento pienses que fue un caso aislado. Son numerosos los registros similares y por citar alguno, nos quedamos con el del arcediano segoviano Martín Juanes, que, en 1292, dejó en su testamento la siguiente manda para estas mugeres:

"Mando a las emparedadas de Segovia et de su término dos maravedís"

Deducimos por ello que más de una y más de dos mugeres en el alfoz de Segovia habrían elegido el voto de tinieblas como sacrificado camino de santificación. Sólo de pensarlo, se ponen los pelos de punta.


Aunque la reclusión era normalmente anónima, como te he comentado, siempre hubo excepciones que nos han permitido conocer el nombre de alguna de estas reclusas, tal como consta en documentación del Cabildo segoviano. Fue así como conocimos a Doña Mayor.

Cualquier habitante de la hermosa villa de Maderuelo conoce la historia de esta reclusa, que vivió emparedada tras una pared en la iglesia de San Juan, durante muchos y larguísimos años, a merced de la caridad de la población. Te podrías preguntar qué motivo llevó a la reclusión a esta venerable y religiosa dama, tal como se la calificó en la época, y hay autores que apuntan que fue lo que entonces llamaban pública honestidad: parece ser que en el derecho medieval el matrimonio no consumado impedía unas segundas nupcias, por lo que Doña Mayor, que estaba en esa situación, descartó la vida conventual regular y optó por comprar un trocito de iglesia para retirarse allí de por vida. Y allí fue donde esta dama falleció para el mundo mediado el siglo XIII, aunque su muerte real no tuvo lugar hasta 1298.


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