Creando cultura...

¿Te has dado cuenta que cultura y cultivar comparten la misma raíz? Muchas de las grandes damas que nos visitaron tuvieron la suerte de poseer una notable cultura por el mero hecho de nacer en noble cuna y, gracias a ello, cultivaron las humanidades e incluso las ciencias.

Leonor de Plantagenet
Leonor de Plantagenet

En el mundo medieval, si recuerdas, la educación era patrimonio de las clases sociales más altas. Si para el hombre el objetivo era llegar a ser un buen caballero, para las damas el refinamiento consistía, como ya te he contado, en una sabia mezcla de frivolidad, ciertas nociones de música o costura, habilidades lúdicas o cinegéticas y capacidad para administrar la propiedad durante las frecuentes ausencias del marido. 

Hasta aquí todo lo cultural encajaba con el entramado político y económico de la época, pero, como casi siempre, las mugeres intentaron buscarse su hueco; las reinas extranjeras, sobre todo, aportaron una nueva estética, que fueron desplegando de villa en villa, de viaje en viaje acompañando al esposo a lo largo de la geografía castellana, y el protagonismo de algunas de ellas llegó a dar fruto, normalmente como mecenas y promotoras del arte.

Así ocurrió con Leonor de Plantagenet, la fundadora de las Huelgas Reales, gracias a quien nuevas modas y tendencias artísticas entraron en el reino, al tiempo que se extendía la cultura a su alrededor. Vaya, que las humanidades eran el plato fuerte de estas nobles damas pero algunas, aunque te parezca mentira, llegaron a tener formación e intereses científicos.

Leonor de Plantagenet, la mujer de Alfonso VIII,  trajo a Castilla y a Segovia el glamour de la lírica trovadoresca francesa o el gusto por el gótico europeo y  Beatriz de Suabia, la primera esposa de Fernando III, el Santo,  fue descrita como muger culta, sabia y buena, una colección de adjetivos ciertamente positivos y versada en ciencia, algo que parece inculcó en su hijo, el que llegó a ser Alfonso X, el Sabio. Ambas residieron en ocasiones en Segovia, por supuesto y, como todas las reinas del periodo, protegieron también nuestras instituciones religiosas. 

Allí Beatriz, por ejemplo, confirmó junto con su esposo la donación que el primer obispo de Segovia, Pedro de Agen, había otorgado al monasterio cisterciense de Santa María de la Sierra, cuyas ruinas, consolidadas en la actualidad, siguen imponentes presidiendo la localidad de Collado Hermoso.

La Corte, sin embargo, no debió colaborar en exceso a hacerle sentir como en casa o quizás no supo comprender a tan docta dama, lo que pudo hacerle ciertamente difícil el superar el desarraigo de su añorada tierra.  

Dicen que en la impresionante decoración del ábside de la iglesia de Santiago, en Turégano (Segovia), puede verse a Beatriz a lado de su esposo y del obispo de la diócesis segoviana. Observa la parte inferior a la derecha del bajorelieve...

No podemos sino reconocer que  matrimonios reales con damas extranjeras no dejaban de abrir ciertos horizontes en la austera corte castellana y, gracias a ellos, entró en los castillos un aire renovador, algo parecido a un leve soplo de glamour europeo.


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